La semana pasada, mientras yo miraba la vuelta de noticias sobre el billonario y magnate de hoteles Donald Trump llevado en helicóptero personal de su residencia al Centro Médico Walter Reed para recibir tratamiento médico, y más adelante en el fin de semana llevado en coche por un diversión por el hospital, no podría parar de pensar en mi amigo, Francisco Gómez, diagnosticado con cáncer de etapa cuatro este año.
Llamé a Francisco con una pregunta. ¿Cuánto ha pagado en impuestos federales sobre la renta el año pasado? Fue una pregunta rara, pero él hojeó sus papeles y me informó: $2.011.
Es justo decir que cualquiera porción del pago de mi amigo, como la mía y estas de los que pagan sus impuestos, ayudaron financiar los paseos ostentosos de Sr. Trump, cuyos pagos de impuestos fueron menos de la mitad de los de Francisco. Mientras, Francisco se necesita terriblemente la atención médica, atención de que está excluido a pesar de sus contribuciones de impuestos en los 20 años pasados.
Francisco había trabajado por décadas como cocinero en un hotel de cinco estrellas cerca la Milla Magnífica de Chicago, una facilidad similar a las propriedades de las empresas Trump. Nunca falló ningún día de trabajo en esa cocina caliente en el sótano de una sala de banquetes de lujo, parte de una fuerza laboral que prepara millones de comidas y genera billones de dólares en ganancias.
Francisco se sometió a cirugía y empezó un curso de radiación intensiva y quimioterapia en enero. Al principio, su tratamiento fue cubierto por su seguro médico de primera, un beneficio ganado por los trabajadores sindicales del hotel en una huelga muy disputada. Pero la cobertura caducó durante la pandemia después que los hoteles pararon de pagar al fondo de atención médica.
Francisco, no como el tramposo de los impuestos Trump, no es apto de ni un paseo en Uber al doctor, menos aún el tratamiento que se necesita para sobrevivir. Miembros indocumentados de la clase trabajadora de nuestro país como él tienen el “privilegio” de pagar impuestos federales, pero están excluidos del beneficio mínimo de Medicaid que con los años han pagado diez de miles de dólares en apoyo.
El nombre de Francisco Gómez y unos de sus detalles ha sido cambiado aquí para proteger su identidad, pero su historia es verdadera y es replicada en cada ciudad y estado a través de nuestra nación.
En el medio de la pandemia, el alivio que nuestra clase está luchando por debería incluir nuestros compañeros trabajadores como Francisco Gómez. Illinois dio un paso pequeño en esta dirección cuando la Asamblea Legislativa incluyó en el presupuesto del estado los fondos para un programa como Medicaid para los con más de 65 años que no pueden calificar para Medicare federal.
Los $5 millones asignado para el programa es menos de 1% de los $758 millones de impuestos estatales y locales contribuido por los residentes sin estatus legal de inmigración de Illinois en un año, según un estudio de 2017 citado en el Chicago Tribune. Y la inmensa mayoría de trabajadores con menos de 65 años, como Francisco, todavía no están cubiertos.
Es una sistema amañada que premia a un parasito como Donald Trump y abandona nuestro hermano, Francisco.
Su historia es un recuerdo crudo que es los trabajadores, no los estafadores financieras, que crean toda la riqueza. Es un recuerdo que la solidaridad y la humanidad demanda que luchemos para tratamiento justo para todos y cada miembro de la clase trabajador de nuestro país.
Como todos los op-eds publicado por Mundo Popular, las opiniones reflejadas en este artículo son las de la autora.
Traducido por Seth Read.
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