Grabma — Como quien corresponde, con un apretón de manos, al gesto solidario de aquel que trajo a sus tierras la presencia invaluable de un sanador de vidas, varias islas del Caribe hicieron saber a Cuba la gratitud de los pueblos que hoy reciben a los médicos cubanos.
Ya era de noche sobre el arco de las Antillas Menores cuando, en ese punto del mapa que marca la ínsula principal de San Vicente y las Granadinas, un avión bajó la carga preciosa del hombre que va en ayuda del hombre.
Al pie de la escalerilla, Ralph Gonsalves, Premier, y amigo entrañable de la Revolución Cubana, se adelantó a recibir a los galenos, y no encontró, para la bienvenida y el agradecimiento, otras palabras mejores que evocar a los padres forjadores de ese sentimiento enorme que cura, como la medicina. Dio las gracias «a la Cuba de Fidel y de Raúl», y al Presidente lo llamó: Continuador.
Llegaban a la vez, desde otros puntos del archipiélago curvo, expresiones similares de una reverencia franca. Reseña Prensa Latina que, en nombre del pueblo hospitalario de Antigua y Barbuda, el Partido Progresista Unido ofreció «una cálida y fraterna bienvenida a la brigada médica cubana que ayudará a luchar contra la COVID-19»; en tanto desde Jamaica, el primer ministro Andrew Holness lo dejaba escrito en Twitter: «Jamaica agradece el apoyo de Cuba mientras luchamos contra esta pandemia».
En Haití, los galenos que acababan su misión allá quedaron. Al deber no le hizo falta aviones para irse y regresar. Saltaron sobre ese paso, retrasaron el abrazo familiar, y reforzaron, como una nueva brigada, el grupo que frenará al virus devastador.
Marie Greta Roy Clement, ministra de la Salud, a quien nadie tiene que convencer del altruismo colosal de «los amigos cubanos», repasó los capítulos continuos de la mano extendida al pueblo haitiano: el cólera; Mathews, el huracán; el terremoto terrible…
Los saludos llegan de todas las partes, donde la Isla mayor va dejando en estos días la huella blanca de la bata médica, del traje de enfermería, de la habilidad del terapeuta. Parece una carrera contra el tiempo, y lo es, como la urgencia que la nueva enfermedad impone.
Cuba ha extendido la mano muchas veces, pero nunca tantas veces en un tiempo tan breve. En la última semana ha partido una brigada Henry Reeve con cada sol. Ya van 11 en total. No hay precedentes.
En San Vicente y las Granadinas, era de noche al llegar el avión. Cuando amaneció otra vez, sobre el Caribe, volaba un grupo más a Santa Lucía.
Mientras se lean estas líneas, habrá tal vez un nuevo abrazo que se extienda sobre el mar, y más tarde, algún saludo de vuelta. Cuba no pide más. El saludo le basta.
Por Dilbert Reyes Rodríguez
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