Sobre el proceso de acumulación económica, emigrar se convirtió en un acto tan necesario como legítimo. Sistémicamente imbuido, no sólo aporta valor al lugar de recepción, sino que detona un proceso culturizado sobre este mismo. El migrante tiene derechos: de ser respetado, integrarse socialmente, vivir con dignidad.
Junto con un manifiesto racista, meritorio de análisis, la masacre ocurrida en El Paso, Texas, el 3 de agosto del 2019, reactiva la observación sobre la legitimidad de un hecho: Ni la presencia, ni el proceso de emigrar a Estados Unidos, por parte de la comunidad latinoamericana e hispanohablante, especialmente la de origen mexicano, implica un acto vandálico o invasivo. Muy por el contrario, responden a una dinámica estructural.
El polémico y xenófobo manifiesto, por asociación de ideas lleva a indagar los argumentos históricos que explican cómo es que la población de Estados Unidos cuenta con un numeroso grupo de hispanohablantes, encontrándose que el nativo de varios estados de la unión americana hablaba español y se asumía como mexicano, cien años antes de la llegada del Mayflower, y que el inmigrante mexicano, que posteriormente arribó a este país, lo hizo a partir del llamado expreso del agricultor estadounidense durante el período de la Segunda Guerra Mundial, para sostener la producción agrícola de sus campos y evitar una hambruna nacional, mientras los anglosajones peleaban la guerra.
Este hecho quedó inscrito en la forma de un Tratado Bracero firmado entre México y Estados Unidos en 1942, generándose un arribo de mexicanos y un proceso cultural: La migración como alternativa económica. Por ejemplo, hasta nuestros días, los campos agrícolas californianos funcionan con alrededor del 90% de la mano de obra hispanohablante, cuya mayoría nació en México, siendo California el pilar agrícola de Estados Unidos. Son acontecimientos como estos los que originan una presencia cultural que acoge a la comunidad latina.
Cabe observar que, bajo el tratamiento económico de acumulación y consumo, en un contexto de globalización en la que Estados Unidos e Inglaterra jugaron un papel relevante, el migrante que habla español se integra como un ente activo, como un trabajador necesario, o como un consumidor que agrega valor a las cadenas productivas de Norteamérica. Esta certeza queda evidenciada con la escandalosa deportación que llenó 5 autobuses en Mississippi, realizada en centros laborales o, bajo el contexto de una triste balacera, en un centro comercial como Walmart. Sin duda el nivel de involucramiento latino en la cultura multiracial de Estados Unidos es legítimo. En la tierra del trabajo, el inmigrante ha sido históricamente necesario, funcional. Participa de la producción económica, justo es subrayarlo, traslado su vida, pagando su presencia con trabajo y, desarrollando con honrados esfuerzos, su entorno social.
¿Por qué entonces…?
Pese a lo anterior, políticas agresivas y racistas se ensañan con el migrante mexicano, llamándolo asesino, violador o invasor, y han estigmatizado a las caravanas de migrantes centroamericanos, al denunciar su presencia como una amenaza a la seguridad nacional, llegando a un hito: enjaular a menores y a bebés centroamericanos, separándolos de sus madres y padres, siendo estos migrantes pobres, que huyen de la violencia. Se trata de período que caracterizara al siglo XXI, un retorno a las economías nacionalistas por las que los capitales se contraen, generando una ola de desempleados.
El monopolio comercial e industrial que en el último cuarto del siglo XX devastó las economías nacionales en su agricultura e industria, también dio impulso la destrucción ética de las sociedades globalizadas, dando pie a un mercado libre. Sin escrúpulo alguno, el mercado criminal y el consumismo diversificaron el modo de producción y de consumo a economías criminales: armas, prostitución, comercio de órganos, venta de menores, esclavitud, drogas.
El efecto de la caída de estas formas de económicas de producción y consumo es mundial y se caracteriza por la violencia, el desempleo, la pobreza y en general un proceso de deshumanización que tiene signos recurrentes: Al no controlar la posesión de armas, se tolera el duelo y el terror en las escuelas de la unión americana, asimismo, bajo amenazas económicas se ha obligado a México a perseguir a los migrantes en tránsito, colocándolos en mayor riesgo de violencia y muerte, desconociendo que la migración es un fenómeno mundial que debieran pagar los grandes concentradores de riqueza, en vez de promover muros arcaicos.
Este contexto permite el resurgimiento de discursos xenófobos capaces de motivar a los más jóvenes a tomar las armas y disparar en un supermercado, o a contribuir al secuestro masivo de migrantes para alimentar el mercado criminal. De ello, resulta incomprensible que sean los propios mandatarios quienes instruyan el despliegue de redadas masivas convirtiendo al trabajador de salario básico, que construye con esfuerzos una vida basada en trabajos arduos, en un delincuente.
Esos no somos nosotros
Si la incursión del mensaje cibernético, de la tecnología masificada, expropia el imaginario colonizándolo, también ofrece la posibilidad de subversión, no es posible suscribir ya más el dejar hacer dejar pasar económico. No ante el dolor de los hijos viendo la deportación de sus padres, ni ante la imagen de denuncia pura en triste y hondo sentido, de una bebé abrazando a su padre, ambos ahogados en su intento de cruzar a Estados Unidos. Incluso los cementerios clandestinos de México, ligados al tráfico ilegal de armas, tejen la realidad con un clima xenófobo, violento y errático, del que muchas personas deseamos distinguirnos, poner distancia, marcar la no pertenencia.
¿Alzar la voz o tolerar abusos extremos?
La problemática de violencia y migración pone sobre la mesa su carácter internacional. Amerita una respuesta urgente y coordinada. Los valores y las prácticas inhumanas de la acumulación económica están destruyendo a la tierra y a seres y personas inocentes. ¡¡¡Esta situación exige un Ya Basta Internacional!!! que detenga los mensajes de odio hacia el migrante y le reconozca portador de una cultura milenaria, poseedor de un currículo laboral ejemplar, formado en español y que le ha abierto las puertas en Estados Unidos. El migrante merece vivir y ser tratado con dignidad, no es sólo un ente útil a la economía, es un ser que surge inserto en una cultura rica, en una tierra legendaria, hábitat de artistas, poetas, músicos, directores, profesionistas, trabajadores. Él tiene a una madre que le llore, hijos que le necesitan, padres y madres que le enseñaron valores y a seres queridos que a veces deja, pues nadie emigra por gusto. Sobretodo, ha construido y enriquecido la cultura. Si reivindicar involucra pedir, reclamar con vehemencia, un derecho del cual se ha sido desposeído, entonces este es el tempo de reivindicar al migrante.
En el escenario actual, guardar silencio no es sólo hacerse cómplice, el silencio deshumaniza. El migrante de Cd. de México, Tijuana, Los Ángeles, Chicago, es agente de cambio. La Coalición de Mexicanos Migrantes en Los Ángeles propone y convoca a una GRAN MARCHA, en más de un estado de la Unión Americana: California, Chicago, Atlanta, Nevada, Texas, en más de un país: México, El Salvador Guatemala. A la que asistan organizaciones, iglesias, grupos, sindicatos, hombres y mujeres, etc.
Un mismo poster, eslogan, día y hora, más de cuatro razones, cinco iniciativas, más de una acción que pueda mostrar que estamos unidos: vestir de blanco, dejar de comprar por un día, poner una paloma de la paz en la puerta o el auto.
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