En 1972, el poeta nacional cubano, Nicolás Guillén (1902-1989) publicó una colección titulada ‘La rueda dentada’ en la cual apareció el poema breve ‘Los problemas del subdesarrollo’, el cual reproducimos a continuación del sitio web de Poeticous.
Pocos habrá entre nuestros lectores que no hayan tenido que lidiar en carne propia contra las imágenes y los estereotipos negativos y equivocados que surgen de los nacionalismos anglo y europeo, ya sea en la vida personal, en el trabajo o hasta en las calles o en los negocios de EE.UU. Este poema toma el asunto por el mango y, al invertir la perspectiva y de este modo, nos ofrece una oportunidad para corregir esta visión etnocéntrica y miope.
Monsieur Dupont te llama inculto,
porque ignoras cuál era el nieto
preferido de Víctor Hugo.
Herr Müller se ha puesto a gritar,
porque no sabes el día
¡exacto! en que murió Bismarck.
Tu amigo, Mr. Smith,
inglés o yanqui, yo no lo sé,
se subleva cuando escribes shell.
¡Parece que ahorras una ele,
y además pronuncias chel!
Bueno ¿y qué?
Cuando te toque a ti,
mándales decir cacarajícara,
y que dónde está el Aconcagua,
y que quién era Sucre,
y que en qué lugar de este planeta
murió Martí.
Un favor:
que te hablen siempre en español.
Hay varios detalles en este poema que tal vez requieran una explicación y otros que tal vez sean muy obvios para todos. Para empezar, el lector perspicaz reconocerá cómo Guillén emplea un tono íntimo para con su lector hispano, al usar la forma familiar de ‘tú’.
En cuanto a la estructura del poema, se nota de inmediato que consta de cinco estrofas con un total de veinte versos; pero mirándolo más de cerca se revela que en tan breve espacio, Guillén nos ha presentado un drama. Es un drama en un acto, con tres escenas y dos estrofas que forman un epílogo (el comentario final del propio poeta sobre el drama que nos acaba de presentar). En las tres primeras estrofas del drama salen los tres señores extranjeros como en un desfile, uno tras otro: Monsieur Dupont, el Herr Müller y el Mr. Smith, cuyas nacionalidades se destacan doblemente por los apellidos tan comunes que se convierten en caricaturas de nacionalidad y el uso de los formalismos en los respectivos idiomas de Monsieur, Herr y Mr.
Encima de ser identificados por sus apellidos y los formalismos correspondientes, se hacen conocer por los temas de las críticas que ellos lanzan contra el lector. Estas críticas, a su vez muy estereotípicas o mejor, caracterizadoras, se hacen más hirientes y personales porque Guillén hace que se dirijan al lector ficticio quien, como se ha notado, siempre es identificado personal y directamente por el uso de ‘tú’. De este modo, el lector hispano no puede escaparse ni negar que le haya pasado algo parecido.
Veamos el desfile. Primero, el francés le critica por no saber nimiedades sobre la vida personal de Víctor Hugo, el novelista francés. Luego, el alemán, con un enojo estereotípico, le insulta porque no sabe el día en que murió Otto von Bismarck con la precisión que supuestamente les importa tanto a los alemanes. Bismarck fue el unificador de Alemania a finales del siglo diecinueve y, para contextualizar, contemporáneo del presidente mexicano Porfirio Díaz. Finalmente, sale el Mr. Smith para insultar al lector porque no sabe ni puede pronunciar y escribir bien el inglés.
Vale tomar unas líneas para aventurar conjeturas sobre por qué Guillén, en su voz de poeta, no acierta si el Mr. Smith es de Inglaterra o de EE.UU. Es dudoso suponer que, con tanta erudición y experiencia profesional, Guillén mismo no hubiera podido identificar estas dos grandes variedades del inglés. No obstante, en su voz de poeta, Guillén le recuerda al lector que algunos ingleses y yanquis insultaban (y siguen insultando) a los hispanos que hablan mal el inglés o simplemente con acento. Esto no descarta la posibilidad de que Guillén también quiere mostrarse indiferente al asunto, sugiriendo por ello que todos los angloparlantes son iguales, se portan iguales hacia los hispanos y no quiere indagar más, ya que el hacerlo les daría la importancia que ellos presumen tener. La neta es que el no distinguirlos resulta ser un acto de repudio.
Luego sigue el epílogo ya mencionado, cuya función se aproxima a la de un coro en los dramas de los antiguos griegos (Guillén se inspiraba en muchas fuentes). Es en este epílogo donde Guillén invierte las relaciones de servidumbre y colonialismo. Se dirige al lector ya tres veces insultado por los tres extranjeros; introduce el epílogo con un poco de expectativa, con la pregunta retórica, al mismo tiempo aguda y reconfortante: ‘Bueno ¿y qué?’ Es una manera de recordarle al lector que, aunque le han menospreciado e insultado por no saber nada sobre personajes de sus propios países de origen o de sus idiomas, no debería desestimarse por eso, que no debería permitir que su autoestima se forje o se funda en el amargo crisol de las críticas o de los insultos de los que le menosprecian. Y, al pronunciar esta breve pregunta ‘Bueno ¿y qué?’ se anticipa un remedio en forma de cómo responderles de manera que pueda bajarles los humos o, lo que sería idóneo, establecer una relación de respeto mutuo.
El epílogo consta de nueve versos en total, en efecto, la mitad del poema. En términos proporcionales, entonces, se trata de una refutación extensa. A manera de redargución a los anglos, primero se rechifla de la pronunciación del español que para muchos angloparlantes es casi imposible (pídale lector, pero cariñosamente a un amigo norteamericano que pronuncie ‘cacarajícara’.) Luego, incluye tres detalles más que nos recuerdan la inmensidad de todo el continente suramericano tanto como su soñada unidad cultural y política frente al coloso del norte: Aconcagua, Sucre y Martí. Aconcagua, en el sur de la cordillera de los Andes en la Argentina, es la montaña más alta del hemisferio de las Américas. Al nombrar a Sucre, Guillén se refiere al venezolano Antonio José de Sucre y Alcalá (1795-1830), ‘el Mariscal de Ayacucho’, segundo presidente boliviano y amigo del Libertador, Simón Bolívar. Finalmente, al sugerirle al lector que le preguntara a un extranjero dónde murió Martí, es probable que se estuviera anticipando con cierto deleite que pocos extranjeros fueran a reconocer que el apellido refiere al héroe nacional cubano, José Martí (28 de enero 1853-19 de mayo 1895), que murió en combate contra los españoles en la Batalla de Dos Ríos en Cuba occidental.
Después de poner de relieve que los hispanos también tienen tanto de que estar orgullosos, termina pidiéndole un favor al lector. Le anima a insistir en algo que le va a picar a aquellos presumidos y arrogantes cuyas pretensiones y ambiciones hegemónicas los llevan al extremo de querer ser quienes deciden en cuál idioma debemos hablar: ‘Que te hablen siempre en español’. No le dice al lector que sólo debe insistir ‘a veces’ en que le hablen en español, sino que debe insistir ‘siempre’ en ello. De esta manera, en las dos estrofas del epílogo, se desglosan los tres insultos con cuatro preguntas que el lector, como representante de todos los hispanos, debe hacerles a otros extranjeros cuando le toque la oportunidad y, de añadidura, que éstos deben ser obligados a responderle siempre en español.
Dudo que Guillén hubiese querido que ese ‘siempre’ se tomara literalmente en todas las circunstancias, ya que era, además de poeta, abogado y diplomático que representaba a Cuba en muchas partes del mundo. Más bien apunta hacia una actitud que insiste en la igualdad, el respeto mutuo y el reconocimiento de la soberanía nacional y el valor de las culturas hispanas a lo largo y ancho del hemisferio.
Nota: ‘Los problemas del subdesarrollo’ también se encuentra en la antología ‘Sóngoro cosongo y otros poemas’. Madrid, Alianza Editorial, S.A., 2002.
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