Neruda y la traición: una perspectiva contemporánea
Salvador Allende y Pablo Neruda. Esta imagen proviene de la página del sitio de Historia Política de la Biblioteca del Congreso Nacional. CC 3.0

El poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) recibió el Premio Nobel en Literatura en 1971 y, a partir de 1927, ocupó una serie de cargos diplomáticos. En 1945, recibió el Premio Nacional de Literatura y lo que nos interesa en este artículo, en el mismo año, siendo miembro del Partido Comunista de Chile (PCC), fue elegido senador por Antofagasta y Tarapacá. En 1948, el comunismo fue declarado ilegal. Esto sucedió durante el mandato del presidente González Videla (1898-1980) quien, abandonando el apego político a la izquierda que hasta entonces había caracterizado su vida política, y se unió con la creciente corriente fascista en Chile. Este cambio abrupto parece tan oportunista que debe llamarse una traición porque apenas había transcurrido suficiente tiempo para llamarse hipocresía ni un cambio sincero de opinión. Sea como fuera, sucedió entonces que la Corte Suprema en Chile destituyó a Neruda de su cargo senatorial y pronto los Tribunales de la Justicia, ya en contubernio con los fascistas, ordenaron su detención. A pesar del peligro, logró esconderse en el sótano de una casa en Valparaíso hasta escaparse a la Argentina por la cordillera en 1949. Pasó tres años en el exilo. El poema que nos interesa, Las minas de arriba, relata su breve experiencia como senador cuando fue testigo de la corrupción de los senadores, su complicidad con intereses comerciales y sus crímenes contra la humanidad para sofocar las protestas de los mineros en el norte de Chile.

Antes de leer y explicar algunos de los versos más conmovedores del poema, conviene repasar un poco de información de fondo sobre Neruda, como poeta y político. También, vale mencionar unos conceptos sobre la gobernación representativa, que se supone ser la forma de gobierno en EEUU y en Chile.

Las dos corrientes de la vida de Neruda, la política y la poética, muchas veces se funden, y se plasman en forma de lo que podríamos llamar un poema politizado—autobiográfico y episódico. Nos permite ver un momento de la vida política chilena tal y como lo vivió él, desde adentro.  Gracias a la naturaleza abstracta de la poesía, tal poema politizado se convierte en espejo para otros países que transitan por vericuetos políticos paralelos o se encaran con encrucijadas parecidas. Debido al talento de Neruda, sus palabras también nos podrán servir de inspiración para reconocer y luego combatir el fascismo que está amenazando nuestra sociedad estadounidense desde el seno podrido del partido Republicano.

En cuanto a gobiernos representativos, desde que somos niños de primaria, en EEUU nos enseñan que el país tiene una forma de gobierno representativo. Es decir, que el pueblo elige los miembros para representar el pueblo y ocupan los escaños de las varias cámaras legislativas, desde el nivel de los municipios hasta el Congreso en Washington, con la Cámara de Representantes y el Senado. Para este último, se eligen dos por cada estado. Esta es la estructura que los Fundadores plasmaron en la Constitución. Además, les inculcan a los niños el dicho de Lincoln para subrayar esta forma de gobierno: un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

De hecho, las colonias eventualmente declararon su independencia porque, nos enseñan, la corona de Inglaterra, el Rey Jorge III y el Parlamento de Inglaterra imponían impuestos a los colonos sin que éstos tuvieran representación. Para ellos, nos enseñan, esto fue la gota que derramó el vaso y provocó el famoso Motín del té. Por esto, también nos enseñaron desde la primaria que el gobierno no debe cobrar impuestos si el pueblo no tiene representación en las legislaturas para aprobarlos o rechazarlos.

Antes de asumir sus cargos, los senadores, como representantes (supuestamente del pueblo) tienen que hacer su juramento. Lamentablemente, para muchos de los elegidos, esta ceremonia es un mero formalismo. En su poema Las minas de arriba, Neruda relata su experiencia como senador entre senadores. Comienza recordando como había sido elegido para representar a Antofagasta y Tarapacá, dos regiones desiérticas en el extremo norte de Chile (por eso de arriba) conocidas por su riqueza mineral—y, como la región de Appalachia de EEUU, por su larga historia de explotación de obreros. El poema comienza así, haciendo constar que muchos de sus colegas en el Senado sólo eran senadores de labios para afuera:

En las minas de arriba, fui elegido,
llegué al Senado, me senté, juré
con los distinguidos señores.
“Juro” y era vacío el juramento
de muchos, no juraban
con la sangre, sino con la corbata,
juraban con la voz, con la lengua, labios
y dientes, pero allí se detenía
el juramento.

En estos primeros versos de un poema de cinco páginas, Neruda ha creado un poco de expectativa. Hasta este punto sólo sabemos dos cosas: que Neruda era sincero y que los otros senadores sólo eran senadores de labios para afuera; pero nos deja preguntándonos ¿por qué Neruda los representa como perjuradores? Y, siendo esto verdad, ¿a quienes representaban? Vale señalar que, en el momento de emplear el adjetivo distinguidos para describirlos, el lector no tiene motivo textual de sospechar que Neruda lo había empleado con ironía. Sin embargo, en los próximos versos, por medio de una acumulación de contrastes, la ironía se despliega al convertir a los demás senadores en caricaturas. En vez de jurar con la sangre, como él, ellos habían jurado como maniquíes o títeres. El conjunto de elementos meramente exteriores sirve para caracterizarlos y menospreciarlos: corbatas, voces, lenguas, labios y dientes.

Se aumenta la expectativa en los siguientes versos, en los cuales Neruda se apresura a explicarnos por qué él juró y a quienes iba a representar:

Yo traía la arena,
la pampa gris, la luna
ancha y hostil de aquellas soledades,
la noche del minero…
yo traje allí el silencio,
la sangre de allá arriba,
del cavatierras casi exterminado
que aún me sonreía
con dentadura alegre,
y juré con el hombre y con su arena,
con hambre y minerales combatidos,
con la destreza y la pobreza humana.

Es un deleite agridulce leer cómo Neruda logra en pocos versos reunir los elementos de la naturaleza con el sufrimiento de la gente de esas regiones del norte, y expresar su solidaridad para con ellos. Al declararse a favor de ellos, también recuerda que la industria minera causa la miseria del minero.

En seguida, Neruda introduce los motivos de los perjuradores, al negar que él hubiera jurado en falso como ellos:

Cuando yo dije “Juro”
no juré deserción ni compromiso,
ni para lograr honores o atavío
vine a poner la mano ardiendo
sobre el código seco
para que ardiera y se quemara con
el soplo desolado de la arena….

Para satisfacer la curiosidad creciente del lector, luego enumera los intereses que representaban los senadores perjuros mientras se reunían rodeados de lujo, y los abusos del poder y de la confianza del pueblo que perpetraban con impunidad:

A veces me dormía
oyendo la cascada
invulnerable
del interés y los interesados,
porque al final algunos no eran hombres,
eran el 0, el 7 el 25,
representaban cifras
de soborno,
el azúcar les daba la palabra
o la cotización de los frejoles,
uno era el senador por el cemento,
otro aumentaba el precio del carbón,
otro cobraba el cobre, el cuero,
la luz eléctrica, el salitre, el tren,
los automóviles, los armamentos,
las maderas del Sur pagaban votos…
planchados,
respetables,
reunidos
en su pulcro corral de madera lustrosa,
regalando uno a otro la sonrisa,
guardando en el bolsillo
la semilla
de la creciente planta
del dinero.

A diferencia de ellos, Neruda recuerda a los lectores que, en vez de representar bienes materiales, él representaba a gente de carne y hueso, obreros miserables—y los saluda como camaradas:

era mejor la superior planicie
o el socavón de piedra y explosiones
de los que allí me enviaron:
hirsutos camaradas,
mujercitas sin tiempo de peinarse,
hombres abandonados
de la gran minería.

En los siguientes versos, nos relata como los mineros levantaban la voz contra sus opresores y que los senadores, menos Neruda, se pusieron de acuerdo para extinguir la protesta y mandarlos a la infame cárcel en Pisagua:

Se dispusieron todos
a dar cárcel, tormento,
campos de prisioneros,
éxodo y muerte a aquellos
que alimentaban alguna esperanza
y vi que eran heridos
los lejanos,
asesinados
mis
ausentes compañeros
del desierto…
dispusieron para ellos
la costa cruel, Pisagua,
la soledad, el duelo, el desamparo…
pude ver, escuchar…
armados de camisa y de reloj,
firmando la condena
del pobre diablo oscuro,
del pobre camarada de la mina.

Desde la perspectiva histórica, la crueldad de la supresión de la protesta minera puede verse como el prólogo de la tiranía de Augusto Pinochet. Durante los años de su dictadura, fueron condenaron miles de presos políticos a años de cárcel en Pisagua, si tuvieron la fortuna de no ser desaparecidos.

Neruda termina el poema evocando la desolación de Pisagua y condenando la crueldad y la frialdad de la manera en que los senadores perjuradores escogieron el lugar para el presidio:

Todos de acuerdo
estaban
en romper la cabeza
del hambriento,
en azuzar las lanzas,
los garrotes,
en condenar la patria
a cien años de arena.
Escogieron
las costas
infernales
o el inhabitable espinazo
de los Andes,
cualquier sitio
con muerte a plazo fijo
era escogido
con la lupa en el mapa:
un trozo
de papel amarillo,
un punto de oro, así
lo disfrazó la geografía,
pero el presidio de Pisagua, abrupta
prisión de piedra y agua,
dejó una cicatriz de mordedura
en la patria, en su pecho de paloma.

Desde la perspectiva de la política estadounidense contemporánea, ‘Las minas de arriba’ pone de relieve la cobardía y traición de casi todos los republicanos actuales en EEUU y dos senadores demócratas (de labios para afuera). Algunos trumpistas hasta tienen el descaro de acusar de traición a los que investigan su participación en el atentado contra la democracia y los han amenazado, llamando a su chusma a levantarse en motín armado y cometer actos de violencia contra algunos demócratas, periodistas, maestros…. Es como si ser ellos los primeros en lanzar el grito de ¡traición! pudieran hacer que nosotros, que los estamos observando, ignoráramos su proyección como medida de defensa de antemano. El empleo de este mecanismo y táctica es pueril, transparente e ineficaz.

Igual que en el poema de Neruda, a los senadores y otros políticos perjuradores involucrados en la insurrección del 6 de enero (y los que simpatizan con ella) no los pueden llamar hipócritas. Esto sería generoso—y peligrosamente incorrecto.

Que no se permita que esa canalla traidora condene nuestra patria.

El texto completo de ‘Las minas de arriba’ puede hallarse en ‘Isla negra: a notebook’, una edición bilingüe realizada por Alastair Reid de una colección de poemas autobiográficos que Neruda compuso a principios de la década de los 1960s durante el llamado período autumnal de su vida como regalo a sí mismo para festejar el aniversario 60 de su natalicio.


CONTRIBUTOR

Eric Vogt
Eric Vogt

Eric W. Vogt is a professor emeritus of Spanish literature, language, and cultures. He has published several bilingual editions of works from original 17th-century manuscripts, articles on diverse English and Spanish contemporary authors, and books for learners of Spanish. His works have been published in Europe and in the Americas, including Cuba. Vogt also teaches courses on translation. Eric W. Vogt es profesor emérito de la literatura, lengua y culturas españolas. Ha publicado varias ediciones bilingües de obras de manuscritos originales del siglo XVII, artículos sobre diversos autores contemporáneos en inglés y español y libros para estudiantes de español. Sus obras se han salido en Europa y en las Américas, inclusive en Cuba. Vogt también enseña cursos de traducción.

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