Este 20 de agosto, la causa palestina ha perdido a uno de sus mayores defensores. Uri Avnery —periodista, intelectual, exparlamentario, un hombre de izquierda y de paz— falleció a los 94 años, diez días después de sufrir una embolia cerebral, en un hospital de Tel Aviv.
Como judío en la Alemania nazi, tuvo que huir en 1933 hacia Palestina, entonces colonia británica. Vio nacer Israel, y en los albores de una alocada juventud fue guerrillero sionista contra los árabes y luchó con el ejército israelí. Sin embargo, toda su vida posterior la dedicó a intentar crear en el Oriente Próximo un territorio de estabilidad y abogó con fuerza dentro de su propio país por la solución de dos Estados.
«Éramos menos de un centenar en el mundo los que en 1949 defendíamos esta idea», explicó en 2011 refiriéndose a la propuesta de crear un Estado palestino que coexistiera con Israel, «pero en la actualidad el mundo entero la apoya, además de la mayoría de los israelíes».
«Sin miedos, sin prejuicios». Con ese lema y desde la fuerza del periodismo, Avnery rompió los tabúes de la sociedad israelí con su semanario Haolam Haze (Este mundo), en el que defendió la coexistencia pacífica con palestinos y árabes.
Para el propio Gobierno de su país, sus letras fueron «enemigo público número uno», así lo calificó el Shin Bet, servicio de seguridad interior de Israel. La redacción sufrió varios atentados con bombas incendiarias y explosivos, fue víctima de censura y ataques personales.
En 1965 estableció el movimiento político de izquierda Haolam Hazeh-Koah Hadash, conocido como Meri, con el que fue parlamentario de la Knéset (Parlamento) a partir de 1969, y en 1979 volvió a obtener un escaño como miembro fundador del partido izquierdista Sheli.
Sus actividades políticas defendían la libertad religiosa en el Estado judío, el matrimonio civil, apelaba por la desnuclearización de Oriente Medio y los derechos de los homosexuales, obligados entonces a ocultar su identidad. Abogó por una Constitución formal.
Luego, con los Acuerdos de Paz de Oslo, creó en 1993 Gush Shalom (Bloque de la paz), que se diferenció de otros movimientos pacifistas israelíes al exigir el retorno de los palestinos expulsados durante la creación de Israel en 1948.
Como político y periodista fue una persona de riesgos. Por ello, en estos días en el que muchos lo recuerden, Uri Avnery será especialmente rememorado por su entrevista al líder palestino Yaser Arafat, en 1982, en Líbano, durante el asedio israelí a Beirut.
Avnery atravesó sus propias filas para conversar durante cerca de dos horas con Arafat. Se encontrarían en otras ocasiones. Sería la muestra fehaciente de que la paz no conoce etnias ni religiones ni nacionalidades: lo defendería (a Arafat) como un compañero, estaría incluso dispuesto a dar la vida por él, en 2003, cuando no dudó en servirle junto a otro compatriota como escudo humano ante el inminente el peligro de un atentado contra el líder palestino.
Su lucha, la del hombre de letras y de fuerza, fue la contienda de un inconforme con la injusticia y, sobre todo, de un «optimista» convencido, título que le daría a su autobiografía. Publicó una decena de libros y recibió múltiples premios internacionales. También fue aporreado por su propio país, al cual criticó con la convicción de creer en «la capacidad de este pueblo para cambiar de rumbo».
Sentó las bases de un periodismo crítico en Israel, del disenso político, ha tenido que reconocer la prensa de Tel Aviv. «Las rivalidades ideológicas desaparecen ante su voluntad de construir una sociedad libre y fuerte», declaró el presidente israelí, Reuven Rivlin, del partido conservador Likud del primer ministro Benjamin Netanyahu. Mientras que Ayman Odeh, líder del partido Lista Árabe Unida en Israel, honró la memoria de «un hombre que dedicó su vida a la paz y a la creación de un Estado palestino».
Su muerte ocurre en momentos oscuros, de fuerte represión en Gaza y Cisjordania, de apartheid y exterminio. Pudiera parecer un adiós, pero Uri Avnery fue un eterno optimista y su lucha continúa a ambos lados del muro.
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