Los acuciantes problemas vinculados con la transformación del planeta requieren de un enfoque global, en el cual la cooperación, independiente de los sistemas políticos, debe primar en cualquier análisis. Las realidades del mundo de hoy sobrepasan las posibilidades de países aislados, geográfica o económicamente.
Sin embargo, la realidad es otra. No son pocos los que confían en la benevolencia del mercado, como el gran regulador de todo, y no en las políticas de Estado, pues lo acusan de despilfarrador y poco eficiente.
Esto ha llevado a la sucesiva eliminación de los presupuestos nacionales de inversiones en aspectos sociales fundamentales como la Salud, la Educación, y la Seguridad Social, cayendo en la obsolescencia en algunos casos, y en el desmontaje en otros, de estos sistemas. El resultado favorece a la actividad privada, sin tener en cuenta los costos de esta acción.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde) advertía en 2012 sobre los efectos en la Salud, derivados de los recortes presupuestarios, que comenzaron a adquirir cada vez mayor descuento desde 2009 en Europa, sobre todo, en España.
El desarrollo del nuevo coronavirus escapó a los cálculos del capitalismo, demostrando la incapacidad del sistema para enfrentar un fenómeno de carácter mundial.
El «sálvese quien pueda» fue la primera respuesta, una vez que se desató la pandemia. Muchos países altamente desarrollados optaron por la ley del más fuerte y sacaron a relucir pañuelos para secar sus lágrimas de cocodrilo ante la «muerte del multilateralismo. Pero en su confusión y pánico ante el impacto de la enfermedad, se equivocaron de paciente, porque lo que agoniza e hiede es el unilateralismo.
El 12 de marzo de 1995, en la conferencia mundial sobre desarrollo social, Fidel alertaba que «donde falta humanidad, no puede haber derechos humanos. Donde impera el egoísmo, no puede haber solidaridad».
En perfecta conexión con esas ideas nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel, en la reciente Cumbre virtual del Movimiento de Países no Alineados, expresó: «Si hubiéramos globalizado la solidaridad como se globalizó el mercado, la historia sería otra».
En los años 80 del siglo pasado, nos vendieron el neoliberalismo como lo mejor del mundo. Sin embargo, 40 años después se ha agudizado la miseria, la carencia de lo más elemental para la vida de los seres humanos, sin contar las guerras y el cambio climático, que se esfuerzan en desconocer.
El neoliberalismo ha colocado al mundo en un callejón, y nos quieren hacer ver que no tiene salida; el neoliberalismo, y su pasión por el mercado, ha llevado a la ruina y la muerte a millones de seres humanos. La historia juzgará a los culpables, pero el callejón sí tiene salida.
Globalicemos la solidaridad entre los pueblos, desterremos del mundo de hoy el egoísmo, hijo natural del sistema capitalista, que considera a los seres humanos como simples mercancías.
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